Me remonto a los meses previos del estallido social, 18 de octubre de 2019, donde mis pesadillas eran continuas, admito que soy una fans de las películas de zombis, partiendo por G.A.Romero, pero justamente me gustan por la adrenalina del “corre corre que te pillan”, y el inocuo efecto posterior en mis sueños, pero la cuestión es que cada noche soñaba con el Apocalipsis o el infierno de Dante.
Esta es una reflexión estrictamente personal que comparto, no cabe duda que siendo cada individuo un Ser único en su dimensión física, astral, emocional, mental, espiritual…serán infinitas las reflexiones que esta pandemia nos genera.
Ese verano del 2020 transcurrió con una tensa calma, de saber que la situación social del país, era como una olla a presión, siempre a punto de estallar, los toques de queda los recuerdo aún con el sol en alto, las calles vacías, la tensa calma.
Y de repente, comienzo del año escolar, tengo dos hijos, así que la emoción va mezclada con la logística de útiles y ropa escolar, chat del curso y la emoción de disponer de unas cuantas horas de soledad en las mañanas, mientras el Colegio los acoge.
Yo no lo vi venir, algo había escuchado del Covid-19, pero era un nuevo virus que tenían los chinos, así como alguna vez sonó la gripe aviar la fiebre porcina, en fin, no sería la primera vez que a los pobres les tocara una nueva enfermedad. La primera semana de clases del 2020, impecable, el domingo siguiente, el chat hervía, ni idea, de repente 100 mensajes en la bandeja…
Fue el lunes 16 de marzo de 2020, que nos encerramos voluntariamente, sin contacto con el mundo, nadie venía a nuestra casa, ni nosotros salíamos, todos los cumpleaños del 2020, fuimos sólo los cuatro, aprendimos a hacer tortas, mi marido y yo, cocinamos nuevas recetas, instauramos los “viernes de chatarra”, hecha en casa eso sí, porque no comprábamos nada preparado, era el apocalipsis, no era zombi gracias a Dios, pero estábamos nosotros y el mundo.
Pero mirando en retrospectiva, no fue un año perdido, todo lo contrario, el conocimiento On line, estuvo al alcance, de quienes tenemos internet, a precios asequibles y me sumergí en el estudio del Feng Shui, Metafísica, y Gemoterapia, lo que sin duda significó mi equilibrio espiritual.
Si bien, meditaba desde antes, a partir del encierro, se hizo un hábito meditar, como mínimo 20 minutos diarios, debo confesar que, durante el 2020, meditaba mucho más y tuve unos “viajes” fantásticos, sin apoyo de ninguna sustancia psicotrópica. Las pesadillas se fueron ¿habrán sido premonitorias de todo lo que vendría?
Para Chile, tampoco fue un año en vano, entre medio hubo hartas manifestaciones de la voluntad popular, en distintas votaciones y hoy nuestros constituyentes electos están manos a la obra para una nueva Carta Magna.